Receta: Pasta con champiñones y huevos

sábado, 30 de abril de 2016

Ingredientes:
400g de pasta
250g de champiñones
4 huevos
2 cebollas
2 dientes de ajo
200g de jamón en daditos
Agua
Aceite de oliva virgen extra
Un chorro de vinagre
Sal 
Pimentón

Elaboración:
Pela y pica la cebolla y los ajos finamente. Pon a dorar en una cazuela con 3-4 cucharadas de aceite. Cuando se doren, agrega el jamón picado en cuadraditos y rehoga brevemente. Limpia los champiñones, córtalos en 4 e incorpóralos. Guísalos durante 5 inutos aproximadamente.
En una cazuela grande pon abundante agua a cocer con un poco de sal. Cuando empiece a hervir añade los tallarines y un chorrito de aceite. Deja que cuezan durante 10 minutos, escúrrelos y refréscalos.


Pon otra cazuela con 3 cucharadas de aceite, añade los champiñones y los tallarines ymezcla bien.

En otra cazuela baja pon a cocer agua con un chorro de vinagre. Cuando empiece a hervir, baja el fuego y escalfa los huevos, Retíralos y escúrrelos bien. Sirve los tallarines en una fuente y coloca encima los huevos escalfados. Espolvorea los huevos con un poco de pimentón.



Consejo:
Con el uso, los cubiertos de madera tienden a ennegrecerse. Para limpiarlos, sumérgelos de vez en cuando en un vaso de agua tibia mezclada con agua oxigenada.

Arwenundomiel
Fuente: Cocinando con Karlos Arguiñano

Libro: "Solo un negocio" por Julie Cannon

miércoles, 27 de abril de 2016
Sinopsis: 
Lo que debería ser únicamente un tema de negocios se convierte en mucho más cuando dos mujeres acuerdan un trato que cambia sus vidas.  


La magnate de la construcción Dillon Matthews, en plena negociación de la compra más importante de su vida, se queda atónita cuando el dueño de la pequeña parcela que necesita desesperadamente para completar su último proyecto le expone la condición final que debe cumplir para cerrar el trato. Callie Sheffield se esfuerza por pagar al abogado que ha contratado para apelar el juicio de su hermano, condenado por un crimen que no cometió.

Cuando Dillon y Callie se conocen por casualidad, comprenden que cada una de ellas tiene lo que la otra necesita. Una simple transacción de negocios dará a ambas lo que desean... hasta que el amor amenaza con hacer descarrilar las negociaciones.



Comentario:
La lectura de este libro ha sido muy amena y rápida. No había leído nunca a esta escritora, Julie Cannon, pero parece ser después de leerla y después de leer algunas reseñas de libros suyos, que es de las que escribe de forma romántica y de novela rosa.

No le voy a quitar parte de razón a las personas que la describen así, por lo menos en esta novela que he leído. Es una novela romántica, con la típica historia de chica rica encuentra a chica pobre y se enamoran. En principio, y aunque te gusta la forma de como está escrito, te crees que encontrarás esa típica historia de amor con adversidades por el estatus social distinto de ambas, aunque la trama va a más cuando surge unos contratiempos y empiezan a surgir los problemas.

En esa parte, la verdad es que las ganas de seguir leyendo se me avivaron bastante, quería saber más sobre como iba a continuar la vida de ambas. Los acontecimientos se van sucediendo de forma pausada aunque siempre esperas una explosión mayor en algún momento, pero no está mal.

Si buscas o te gustan las historias de amor romántica, la lectura de esta novela no te decepcionará; pero el final es superflojo. Termina de una forma que te hace decir: "¿Y ya está? ¿Eso es todo lo que va a pasar?" Pues sí, eso es todo lo pasa y te quedas con ganas de un final mucho más fuerte y con más sentimiento, pero parece que la fuerza no le llegó para un final así.

Escrito por Arwenundomiel

Relato erótico: "Secreto de confesión" (capítulo 3)

martes, 26 de abril de 2016
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A las 8:30 fuimos a desayunar y me senté con la hermana Águeda, que como siempre tenía una sonrisa de oreja a oreja.


- ¿Qué trabajo harás?- me preguntó sonriente.


- Todavía no lo sé hermana, la madre Sofía debe decirme que labor desempeñar.


- Bueno, también tiene que ver con tus conocimientos, puedes trabajar en el jardín, en la cocina, en el planchado de los hábitos, o tal vez en las oficinas con la madre Abadesa, si usas el ordenador- me explicó.


-Estudié teología y letras, no sé si sirve de algo- me excusé.


Terminamos el desayuno, las hermanas se fueron a sus labores y yo tuve que acudir al despacho de la madre Sofía para que me diera una labor. Cuando llegué allí la hermana Catalina salia del despacho echa una furia, pero al verme se paró en seco y me sonrió.


- Hola hermana- dijo repasándome con su mirada.


- Hola- contesté agachando la cabeza


- ¿Necesitas algo?- preguntó acercándose demasiado.


- Vengo a ver a la madre Sofía, tiene que darme un trabajo- dije dándole la espalda y dirigiéndome a la puerta.


Ella me agarró de la muñeca y tirando ligeramente me dijo.


- Yo puedo darte un trabajo.


Me solté bruscamente y la miré con desprecio, tenía que contarle esto a alguien.
Llamé a la puerta del despacho y la madre me dijo que pasara, yo cerré al entrar.


- Madre Sofia, vengo por lo de la labor, no se en que puesto he de estar- le dije.


- Sarah, estamos solas, no me llames madre- dijo levantándose y acercándose a donde yo estaba.


- Creí que eso era en las celdas- contesté.


- Cuando estemos solas, ahora estamos solas- dijo acariciándome la mejilla


Por un momento cerré los ojos y me dejé llevar por el contacto de su mano contra mi piel.


- Veamos... Sabes usar un ordenador y has estudiado letras, podrías hacer las labores de secretaria, antes lo hacía la hermana Rocío pero ahora esté en la cocina haciendo pasteles- me explicó.


- No sé, lo que tú creas que es mejor para mi- contesté.


- Tal vez prefieras hacer jardinería con la hermana Catalina- me dijo.


- Los trabajos de oficina me van bien- dije enseguida.


- Bien, entonces también puedes ayudarme con la pagina web, la usamos para vender los dulces y dar información sobre el convento- me explicó.


Me encantó la idea y desde aquel día empecé a trabajar con el papeleo del convento, ordenando facturas, escribiendo cartas al obispado y atendiendo los pedidos de la pagina web.


Pasaron unas semanas y ya me había acostumbrado a la vida en el convento, las horas de oración, las comidas y mi trabajo, llenaban mis días, y las noches.... La mayoría de noches las pasaba charlando con Sofía, hablábamos de la vida, de vivencias, y recuerdos, me volvía loca; me gustaba, ella me cogía de la mano, o me rozaba la mejilla con los nudillos, y yo me quedaba embobada mirándola.


Aquella noche estaba apunto de ducharme, cuando escuché que alguien estaba en el baño de mi planta. Supuse que era Sofía, pero me equivocaba. El vapor del agua caliente lo llenaba todo, y yo acababa de ponerme bajo el chorro de agua.


- Hola Sarah- escuché detrás de mí.


Me di la vuelta, tapando mi desnudez como pude. Era la hermana Catalina la que estaba delante de mi, totalmente desnuda, su cuerpo delgado se acercaba a mí, tenía los pechos demasiado grandes, y la entrepierna demasiado poblada. Di un paso atrás, esa mujer no me gustaba.


- ¿Qué hace en esta planta hermana?- pregunté.


- Pensé, que tal vez necesitabas compañía- me dijo acariciando con un dedo mi yugular, y bajando lentamente hasta mi clavícula.


- No me hace falta la compañía- dije moviéndome para que no me tocara.


- ¿Estás segura?- dijo acercándose más.


Yo volví a separarme, pero me encontré con la pared, la hermana Catalina se acercó todavía más, sus pechos rozaban mis manos.


- ¿Sabes que eres una niña muy atractiva?- dijo acariciándome la mejilla.


Yo aparté la cara bruscamente e intenté crear algo de espacio entre las dos, pero el muro no me dejaba moverme, estaba acorralada. La mujer empujó su rodilla contra mis piernas, obligándome a abrirlas, me agarró del brazo que tapaba mis senos y aplastó su cuerpo contra el mío.


- He visto como me miras- dijo jadeando en mi oído.


- ¡Yo no la miro de ninguna forma!- dije, forcejeando para quitármela de encima.


- ¿Te gusta jugar, eh?, sabes que me deseas- dijo la hermana Catalina lamiéndome el cuello hasta el lóbulo de la oreja.


- ¡No!- Suéltame- dije empujándola.


Ella volvió y me sujetó las muñecas con una mano, era fuerte y yo no podía moverme, intentó besarme pero giré la cara. Con la mano que tenía libre me agarró del cuello y empezó a bajar hacia mis pechos. Yo me movía como una serpiente intentando quitármela de encima.


- Déjame en paz- grité.


- ¡¿Qué esta pasando aquí!?- dijo una voz de repente.


La hermana Catalina se apartó de mí rápidamente. La madre Sofía estaba en camisón en la entrada de las duchas.


- Hermana Catalina, ¿qué hace en esta planta?- preguntó Sofía.


- Madre, yo solo quería hacerle compañía a la hermana Sarah, como está sola aquí- dijo la hermana mirándome de reojo.


-Hermana, mañana la quiero ver en mi despacho a primera hora. Hablaremos de este tema largo y tendido, ahora váyase a dormir y no salga de su celda hasta mañana.- dijo Sofía con una mirada de seriedad y enfado que jamás había visto.


- Sí madre-  contestó la hermana Catalina.


Seguidamente agachó la cabeza, cogió sus cosas, y salio del baño cerrando la puerta tras ella. Sofía echó el pestillo y se acercó corriendo hacia mí.


-Sarah, ¿Estás bien cariño?- dijo abrazándome.


La abracé con fuerza, mojando su ropa y me eché a llorar. Ella me acarició la cabeza y me besó en la coronilla.


-Te juro que esa zorra no volverá a molestarte, la echaré de aquí.- Dijo volviéndome a besar.


- Has dicho Zorra- dije yo al tranquilizarme.


- Es poco en comparación a lo que me gustaría decirle- dijo mirándome a los ojos.


- Gracias, no sé que hubiera pasado si no apareces- le dije mirándola.


Volví a abrazarla con fuerza, y permanecimos así un rato.


- Sarah, ¿Te importa si me quito la ropa y me ducho? Se me ha mojado el camisón- me preguntó.


- Claro, te he puesto chorreando- contesté.


- No pasa nada- dijo quitándose la ropa.


No pude evitarlo, mis ojos calleron directamente a sus pechos, recorrí con la mirada todo su cuerpo y me estremecí.


- Perdonadme, no he podido evitarlo, eres preciosa- dije al darme cuenta que me miraba.


- No pasa nada. Tú también eres preciosa- me dijo.


Nos miramos directamente a los ojos, y nos fuimos acercando poco a poco hasta quedar frente a frente. Sofía acarició mi mejilla con sus nudillos, y yo acerqué mi cara para sentir su tacto en mi piel.


- Ya no puedo más- me dijo apoyando su frente en la mía.


Suspiré profundamente y pasé mi mano por detrás de su pelo. Ella tragó saliva, cogió mi cara con sus manos y me besó, fue un beso dulce y lento. Nos separamos un instante, mirándonos.


- Lo siento, no he podido evitarlo- me dijo.


- No lo evites- le dije acercándose de nuevo a sus labios.


Volvimos a besarnos, y esta vez su boca exigió más y yo se lo di. Recorrió mis labios con su lengua, abrí mi boca y dejé que buscara la mía, empujando, saboreando, mordí su labio inferior, y la oí gemir, volvió a besarme y esta vez fue ella la que mordió y yo la que gemí.
Sus manos empezaron a vagar sin rumbo por mi cuerpo, bajando lentamente hasta mi cintura, las mías bajaban por sus clavículas directamente hacías sus pechos, me quedé parada un instante.


- Sarah, tócame- me dijo.


No hizo falta nada más. Bajé poco a poco hacia sus senos, rozando ligeramente su pezón que se endureció tras mi toque, acaricié con la palma, y pellizqué juguetona. Sofia gemía a cada caricia y quise probar la piel de sus pechos, pasé mi lengua por el duro pezón y ella gimió más fuerte, lamí, chupé y succioné, la urgencia golpeaba mi sexo. Ella bajó por mi cuello acariciando con su lengua  mi cuello. El agua caliente golpeaba nuestros cuerpos ardientes. No sé cómo llegó su boca a mis pechos, pero cuando sentí su lengua en la piel rugosa de mi senos creí desfallecer.
Sofía me llevó contra la pared metiendo su muslo entre mis piernas, rozando, empujando el punto más cálido de mi cuerpo, el roce era excitante pero quería más, necesitaba liberar la presión palpitante entre mis piernas. No hicieron falta palabras, los jadeos y movimientos de mi cuerpo le dijeron a mi amante lo que quería, y bajó sus manos por mi vientre, y llegó a mi sexo que la esperaba deseoso, mojado. Sus dedos resbalaron por mi centro y sentí el placer más intenso. Quería que Sofía sintiera lo mismo y bajé hasta su humedad sin preámbulos, sin esperas. El calor que emanaba de su sexo era arrollador y la toqué, produciéndole un gemido que sonaba a gloria. No aguantabamos de pie y acabamos tumbadas en el suelo de la ducha, Sofía exploró mi cuerpo de nuevo con sus manos, con su lengua, y cuando mis jadeos exigieron más, ella me tomó, me penetró con un dedo, lento, tranquilo, dejándome sin respiración, pero yo quería más. Ella lo sabía y hundió dos dedos dentro de mí. Empezó a moverse más deprisa. Al mismo tiempo, Sofía se rozaba con mi pierna y gemimos al mismo tiempo,  empujamos, arañamos y explotamos,  alcanzando el cielo al mismo tiempo.


- Te deseaba desde el primer minuto - me dijo aún entre jadeos.


- Yo también - contesté, besándola de nuevo.

Pasamos la noche en su celda, hicimos el amor tantas veces como pudimos, era feliz.
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Escrito por Nika

No es justo. No, no lo es

lunes, 25 de abril de 2016
"No es justo. No, no lo es.
Que por una simple palabra,
una simple frase pronunciada en mal momento,
dicha en un día que he tenido funesto,
te tenga que olvidar para siempre.


No es justo. No, no lo es.
También tú los has tenido,
¿o no te acuerdas?.
Y yo estuve ahí, a tu lado.
No importaba tus respuestas cortas,
tus silencios, días y semanas así.
Ahí estaba yo y no me apartaba,
solo con sacarte una sonrisa
me bastaba para seguir a tu lado.
Veo que nuestros sentimientos
no eran los mismos.
Yo me comí mi orgullo y te busqué,
tú ni siguiera me distes un adiós.
Yo me preocupaba por ti cada uno de los días,
tú solo te alejaste de mí sin explicación.
Nos prometimos protegernos, cuidarnos, amarnos.
¿Dónde dejaste esas promesas?
Porque yo aún las tengo presentes pero...
¿Y tú?


No es justo. No, no lo es.
Que por una simple frase,
nuestras ilusiones y deseos
sean solo para mí,

un bello recuerdo del pasado.
¿Qué serán para ti?
¿Qué he sido para ti?
Me da miedo el saberlo.
Mi corazón me dice, que sientes lo mismo que yo,
que por orgullo me pierdes.
Pero mi mente me dice, que fui solo
un pasaje más en tu vida,
algo al que tenías que sacar provecho
y después de usar, tirar.


No es justo. No, no lo es."


Escrito por Arwenundomiel

Película: "Ocho apellidos catalanes"

domingo, 24 de abril de 2016
Director: Emilio Martínez-Lázaro 
Reparto: Dani RoviraClara LagoKarra ElejaldeCarmen MachiBerto RomeroBelén CuestaRosa María Sardà,Alfonso SánchezAlberto RodríguezAgustín Jiménez 
Género: Comedia, romance
Duración: 99min.
Sinopsis: Las alarmas de Koldo (Karra Elejalde) entran en Defcon-3 tras enterarse de que su hija Amaia (Clara Lago), tras romper con Rafa (Dani Rovira), se ha enamorado de un catalán (Berto Romero). Ante tal “sacrilegio”, se aventura a cruzar la frontera de Euskadi y poner rumbo a Sevilla para convencer a Rafa de que deben viajar a Cataluña para rescatarla, al precio que sea, de los brazos del joven y su entorno (Rosa María Sardá, Belén Cuesta).


Comentario:
Pues más de lo mismo, me explico. No es que no me haya gustado, de hecho me he reído y es entretenida lo que ocurre es... que es la segunda parte de "Ocho apellidos vascos". ¿Qué es lo que quiero decir con esto? Muy sencillo, han querido aprovechar el grandísimo éxito que tuvo la primera parte para hacer esta segunda utilizando las mismas "armas". Es un copia-pega pero esta vez se fueron a Cataluña.

Utilizan la exageración de la forma de hablar de catalanes, vascos y andaluces, sus tradiciones, sus ideas para provocar la risa, premisa que utilizaron con la primera parte y que funcionó muy bien. Creo que el hecho de que me haya gustado menos, es que ya no era una sorpresa lo que me iba a encontrar, sabía con lo que iban a jugar y es lo que me encontré.

De todos modos, es entretenida y te sacará más de una risa. Para pasar una tarde divertida, os la recomiendo.


Escrito por Arwenundomiel

Receta: Alubias blancas con pimientos

sábado, 23 de abril de 2016

Ingredientes:
400g de alubias
1 cebolla
1 puerro
1 zanahoria
6 pimientos
2 dientes de ajo
1 litro de agua
1 cucharadita de pimentón
Aceite de oliva virgen extra
Sal

Elaboración:
Pon a cocer en una olla rápida las alubias (que estarán a remojo desde la víspera) con las verduras picadas. Añade un chorrito de aceite, una pizca de sal y cocina durante 15 minutos.
Limpia los pimientos y colócalos sobre la placa de hornear, introdúcelos en el horno a 180º durante 20 minutos. Pela los pimientos en templado, córtalos en tiras y reserva.




Trocea uno de los pimientos y añádelo a las alubias cocinadas junto con una cucharadita de pimentón. Sirve las alubias en una fuente.
En una sartén con un poco de aceite saltea el resto de los pimientos y los dientes de ajo laminados. Sírvelos en un plato.




Consejo:
Los guisos, antaño tan populares, de lentejas, garbanzos, judías, guisantes, habas... se reivindican hoy, y muy merecidamente, como saludables y nutritivos. La inclusión varias veces por semana de un plato elaborado con legumbres, sin grasas animales, en nuestra dieta la hace más saludable y equilibrada. Sobre todo en otoño e invierno.

Arwenundomiel
Fuente: Cocinando con Karlos Arguiñano

Relato "Un café y un polvo" Parte 9 (Capítulo 29)

viernes, 22 de abril de 2016
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PARTE 9. LA DIFICULTAD DE COMPRENDER.

CAPÍTULO 29. SOMOS DOS NOTAS COMUNES.

https://youtu.be/SiaNTUfHeKk


ALBA
La espalda me dolía a rabiar, yo diría que me dolía mucho más que cuando estaba en casa de Doris. Sabía que Martina tuvo que curarme las heridas y eso seguro que tuvo que ser un momento muy desagradable. Estas heridas, para no dejar marcas, había que curarlas de una manera muy peculiar, apretando en las propias heridas para que expulsara toda la sangre acumulada. Martina cada vez me sorprendía más, no pensé que pudiera llegar a estos extremos de cuidados y atenciones hacia mí. Mi espalda se resentía por todo ello, de ahí el aumento del dolor en las heridas ya tratadas.

La mañana en la oficina fue un no parar, en cierta manera, lo agradecí. No me dejó pensar en nada más que no fuera en el trabajo acumulado. Solo en los movimientos bruscos era cuando mi espalda se resentía y era cuando volvía a sentir todo el dolor en mi cuerpo. Deseaba que llegara la tarde y salir de allí rauda hacia la casa de Martina. Necesitaba verla. Había decidido, que no iba a luchar más en contra de mis deseos y sentimientos.

- ¿No te aburres de leer ese tocho de libraco?- le pregunté a Martina mientras me preparaba un porro apoyada en el cabecero de la cama de la habitación de ella. Ella en cambio, estaba sentada con el enorme libro en las piernas y echada hacia delante, mientras pasaba páginas y apuntaba continuamente en un cuaderno que tenía al lado.  Llevaba más de 1 hora aburrida viendo como estudiaba.
-No. Y si piensas que vas a encender eso aquí dentro, estás muy equivocada- no apartó la vista de los apuntes que tenía sobre las piernas.
-Me estoy aburriendo muchísimo viendo cómo pasas las páginas. Déjame que al menos pueda fumármelo mientras me sigo aburriendo.
-No- soltó una pequeña risita.- Pero puedes hacer otras cosas. Los baños están sin hacer, si tanto te mueres por hacer algo...
- ¡Y una mierda!. ¿No te da ninguna pena verme así?
-Admito que parece que has envejecido unos diez años- me miró a la cara por fin.- Pero veo mujeres de 40 años todos los días por la calle ¿por qué ibas a darme pena?- sonreía burlona. La niñata me estaba vacilando.
- Eres una capulla. Y te libras porque me duele todo, porque sino te daba de hostias.
-Quieta abuela, que no puedes ni hablar casi como para intentar darme- rió.
-No me provoques, Martina. No estoy inválida, te lo advierto- soltó el libro dejándolo sobre la cama y con un rápido movimiento se puso a horcajadas sobre mí.
-Y si no… ¿Qué?- dijo mirándome fijamente a los ojos.

Inconscientemente mis manos se posaron en su culo, acariciándoselo lentamente. Hacía semanas y semanas que no dejaba de pensar en otra cosa: en su cara, sus ojos, su sonrisa, su cuerpo, en ella. Sí, lo admito, Martina se había alojado en mis pensamientos y no era capaz de desalojarla de allí.

- No respondo de mis actos.
-Creo... -hizo una pausa mirándome a los ojos- que correré los riesgos…- pasó la lengua por el lóbulo de una de mis orejas, atrapándolo entre sus labios. Yo le apreté más hacia a mí, quería sentir su calor y lo que sentí más bien, fueron miles de punzadas en mi espalda, y mi corazón que se me saldría del pecho si seguía latiendo de esa manera tan descontrolada. Hice un gesto de dolor pero quería más.
-Yo también los correré.
-¿Segura?
-Por supuesto- busqué su boca y la besé. Nunca jamás había sentido todo lo que sentí en esos momentos. Era tan ansiado ese momento, que todo mi ser se centró en ese beso. La volvía a tener entre mis brazos, después de todo lo pasado, de todo lo vivido y de todo lo que nos habíamos hecho y dicho, la tenía allí, encima de mí, respondiéndome al beso.
-Si te duele avísame - dijo susurrando las palabras en un suspiro mientras jugaba con sus labios y su lengua en mi boca.
- No me duele nada, no te preocupes- mis manos se deslizaron por debajo de su camiseta, y con maestría le desabroché el sujetador con un movimiento experto de dedos. La acaricié ambos costados, desplazándome hacia delante para tocar esos pechos que tantas veces me quitaron el sueño.
Ella echó la cabeza hacia atrás y me acercó su cuerpo, buscando mis caricias mientras veía como se mordía el labio. Rápidamente se quitó la camiseta y el sujetador y sonrió provocativa, mirándome de nuevo a los ojos. Me besó, acariciando mis labios con su lengua. Cogió la camiseta y me la fue quitando con cuidado. Yo también me mordí el labio, pero fue por otro motivo muy diferente al de ella. El solo movimiento de mis brazos alzados, me dolió a rabiar. Vi como me preguntaba con la mirada si me encontraba bien y asentí con la cabeza. Bajó hacia mis pezones sin apartar sus ojos de mi mirada y lamió y humedeció uno de ellos jugando con su lengua.
-Alba…- su voz era apenas un susurro.
-Sigue, Martina.
-Dime una cosa… - su voz era tremendamente sensual y provocadora. Ella seguía jugando con mis pezones y su lengua mientras hablaba y sentí como mis bragas se humedecían, respondiendo a ella.
- Di- de mi boca no logró salir ninguna otra palabra, y fue todo un susurro casi inaudible. Sus labios fueron recorriendo mi cuerpo hasta llegar a mi oído.
-¿Esto también lo hacías con Doris?- paró y me miró a los ojos sonriendo irónica. E igual de rápido que se había subido a horcajadas sobre mí, se bajó y volvió a ponerse la camiseta mientras me dejaba mirándola como una idiota. Mi cuerpo iba a reaccionar yendo a su encuentro pero el incipiente dolor, me hizo pararme al instante, agarrando las sábanas con ambas manos que se me pusieron blancas de tanto apretarlas.
- ¿Y esto es lo que tú hiciste con Ana y su novia? ¿Ponerlas cachondas y tirártelas a las dos? - vi como enarcaba una ceja y su mirada se oscurecía, pero no perdió la sonrisa, que ahora era diferente.
-Sí, pero a ellas me las tiré.- dijo lentamente. Y salió de la habitación.
-¡ESO ES MENTIRA, MENTIRA!¡TÚ NO HAS SIDO CAPAZ DE TIRARTE A NADIE!
-Piensa lo que quieras.- me dijo desde el salón. Lancé la almohada contra la puerta, en un arrebato de rabia e ira. El móvil de Martina empezó a vibrar y a sonar en la mesilla.

Lo cogí sin pensármelo dos veces. No sé por qué, pero en la primera que pensé fue en Ana. Me estaba controlando por no lanzárselo también contra la puerta, agarrando la sábana y haciendo un gurruño de ella.

    “-¿Martina?”

Una voz suave y melódica sonó al otro lado del teléfono, una voz que yo conocía perfectamente. Era la voz de Lucía. Esa voz era de mi hermana.

- ¡Lucía! Lucía, ¿dónde coño estás?- me levanté como pude y alcé la vista, observando como Martina abría la puerta. Me colgó y Martina se acercó hacia mí arrebatándome el móvil de las manos.
-¿Qué haces?
-¿Qué coño pasa, Martina? ¿Ahora hablas con Lucía a mis espaldas?- la cogí del brazo zarandeándola.
-¿Qué dices? Estás perdiendo el juicio Alba. Te lo digo en serio.- dijo quitando el brazo. Miró el móvil. - Era mi amiga Julia joder, mira.- me enseñó el móvil.  Ponía Julia en la última llamada.
- Y una mierda Julia. Era Lucía, joder. Era mi hermana. ¿Dónde coño están?- la miré con unas ganas de darle de hostias increíbles.
-No sé de que hablas.- se guardó el móvil en el bolsillo.- Y a mí no me mires así.
- Te miro como me sale del coño- empecé a colocarme la camiseta- Y no te estampo contra la pared, porque me haría más daño a mí que a tí. Pero no esperaba eso de ti. De ti, no.
-Escúchame bien, ¿vale? - su tono era frío y me miraba a los ojos, atravesándome con la mirada- Punto número uno, tú a mí no me pones una mano encima. Punto número dos, tú decides lo que quieres por tu cuenta, así que yo decido por la mía. Punto número tres, yo no te he pedido que esperes nada, así que eso es problema tuyo.
- Vete a la mierda, Martina- dije mientras terminaba de ponerme las botas para marcharme de allí y no volver jamás- Con esa cara de mosquita muerta, ya veo como engatusas a todo el mundo.
-¿Sabes cuál es tu problema? Que no tienes control, ¿en serio crees que Lucía te iba a hablar a ti? Pero si se fue huyendo de ti porque fuiste las que les pusiste en peligro. Te crees mejor que todo el mundo, pero sólo sabes arreglar las cosas a puñetazos.
- No te acerques más ni a mí, ni a mi familia ¿Te ha quedado claro?
-Haré lo que me salga del coño ¿Te ha quedado claro? - dijo repitiéndome las palabras, irónica. Le di un empujón que la desestabilicé, quise cogerla para que no cayera, pero me retuve y cayó dándose con la cabeza contra el pico de la mesilla. Todo pasó demasiado rápido, la sangre empezó a brotar por debajo del pelo de Martina, empapando sus rizos de color caoba, las lágrimas brotaban de sus ojos. Se llevó las manos a la cabeza y vi como apretaba sobre el sitio en el que se había llevado el golpe. Se levantó tambaleándose. En ese momento, la puerta se abrió y Gabi y Carmen entraron en la habitación. Fui hacia ella con la intención de ver el alcance de la herida.
-¡NO ME TOQUES!- me miró y pude distinguir lo que tantas veces había conocido, la odiosa mezcla de la mirada de mi madre, pánico, incredulidad, miedo… pero sobretodo dolor y defraudación.
- Pequeña, yo no pretendía...
-Ahórratelo.
-¿Qué cojones ha pasado aquí?- Gabi voló hacia Martina y la agarró del brazo. Carmen me miraba desde la puerta.
-Carmen, te juro que no quería hacerle daño. Martina sabe dónde está Lucía, joder.
-Gabi, llévame al hospital, por favor…- las lágrimas seguían deslizándose por las mejillas de Martina, vi como empezaba a parpadear y a abrir los ojos más de lo que debería. Era justo lo que hacía yo antes de… Martina se desplomó y los brazos de Gabi la sujetaron a tiempo, justo antes de que se golpease contra el suelo. Gabi lloraba, me miró.
-Eres una zorra- acto seguido intentó coger el cuerpo de Martina, pero le temblaban las manos incontrolablemente.

Carmen corrió hacia donde Martina. Se colocó debajo del brazo de ella e indicó a Gabi que hiciera lo mismo con el otro. Sabía perfectamente qué hacer. Tantas veces la había llamado para que me ayudara cuando sucedía en mi casa, que ya para ella era todo algo inconsciente.

-Espera, Carmen. Te ayudo- quise reaccionar como ella.
-Ni se te ocurra, Alba. No te muevas de donde estás, si no quieres tener la espalda peor de cómo la tienes- me amenazó Gabi. Carmen me miró con una mirada que no pude descifrar. Quizás odio, resignación, rabia tal vez. ¡Qué coño había hecho!


LUCIA
No había vuelto a llamar a Martina desde que Alba me había cogido el teléfono. Había pasado un mes desde aquello y no sabía nada de ellas, algo que me ponía nerviosa. Sabía que mi madre ya no estaba en el hospital y vivía con mi tío Luis en su casa, cosa que al menos me dejaba tener cierta tranquilidad. Almu se adaptaba perfectamente a cualquiera ambiente y parecía que estaba hecha para aquella familia, se había hecho íntima de mi prima pequeña y no se separaban. Y en el cole siempre traía “amarillos”, los sobresalientes de los pequeños. Yo… yo no podía decir que me adaptaba igual que ella, más bien hacia todo lo contrario. Quería ver a mi madre, quería hablar con Martina, solo me había hecho amiga de Manu, con el que pasaba el mayor tiempo del día y no conseguía aprobar ni un solo examen. Eran las once de la noche y como cada noche, lloraba en la cama pensando en cómo conseguir que algo mejorase. El móvil vibró en la mesilla


    Manu: “Lu, te espero abajo. No tardes. Y no me valen excusas”


¿Qué estaba diciendo? Me levanté de la cama y fui hacia la ventana. No vi nada
    Lucía: “¿Qué dices? Estás loco jaja”
    Manu: “Venga, baja. Estoy aquí, esperándote. Como no bajes pronto, me lo quedo yo.”
    Lucía: “Manu, sabes que no puedo. Mis tíos están durmiendo”

¿De qué hablaría?

    Manu: “Saca la basura. Huele fatal jajajajjaj”


No pude evitar reírme. Me puse rápidamente los vaqueros y unas botas y dejé la camiseta del pijama, cogí una chaqueta y salí por la puerta intentando no hacer ruido. Atravesé el jardín y abrí la puerta exterior, buscando a Manu. Cerré la puerta tras de mí. No veía nada.

-¡Esa es mi chica! - Manu apareció de entre las sombras, agarrándome de la cintura y dándome un beso casi en la comisura de los labios. Sonreí.
-Estás loco - susurré bajito.- ¿Qué haces aquí?
-Te vi esta mañana en el insti, con el nivel de azúcar bajo. Y me dije “ A Lu, que es lo más dulce que conozco, ¿le falta azúcar?”, y te traje esto.-  Reí sorprendida.
- Menudo cursi estás hecho.- miré lo que me ofrecía. Era un merengue de la confitería más cara que había en la zona.- ¡Manu! No tendrías que haberte molestado. - pasé un dedo por el merengue y me lo metí en la boca. - Mmm… - Manu no dejaba de mirarme, sonreía como un bobo, nunca lo había visto así- ¿Qué? - sonreí y le ofrecí del merengue.
- ¿Me vas a dejar probar de tu merengue?- lo dijo con tono pícaro y guiñándome un ojo. Noté como la sangre me subía a las mejillas.
-Eres idiota.- volví a pasar el dedo por el merengue y dirigí los dedos hacia su boca. Su lengua acarició mi dedo y un escalofrío me recorrió la espalda, era una sensación placentera. No aparté la vista de sus ojos, aunque notaba como iba enrojeciendo.  Él tampoco apartaba su mirada de la mía, sujetó mi dedo en su boca para terminar de saborear el resto de merengue que quedaba.
- Mmm buenísimo. El merengue y tú.
-Qué idiota… - fui a sentarme en la acera y Manu me retuvo sujetándome el brazo. Le miré interrogativa.
-Venga, vámonos. Cómete rápido el merengue, que me ha costado un dineral.
-¿Qué dices? Mi tía me mata si se entera.
-¿Te mata si te comes un merengue? Vaya tia mas rara.
-Si me voy.- me reí.
-No se va a enterar - Nos paramos al lado de su moto. No solía cogerla, nos gustaba ir andando a todos los sitios, pero allí estaba- Anda, termina de subirte el azúcar y ponte el casco. Te voy a secuestrar esta noche. Si te gusta, te advierto que nos obligarán a casarnos -sonrío mientras me alargaba el casco del acompañante.
-Con el ambiente que hay en esta zona, no me extrañaría. - sonreí y me metí el último trozo de merengue en la boca, cogiendo el casco.

Subidos en su moto, me llevó por barrios que ni conocía, le abracé y dejé que el viento me acariciase el cuerpo. Fuimos cogiendo rumbo hacia los montes que rodeaban toda esa urbanización. Ascendíamos y vi como las luces de la ciudad iban empequeñeciendo cada vez más. Estas vistas no las había visto nunca. Se empezaba a ver toda la ciudad desde esa zona alta donde me estaba llevando.

-¿Dónde vamos?- proyecté la voz para que me oyese.
-A que disfrutes de un paisaje maravilloso, con la mejor compañía que puedas tener.

No tardó mucho en parar en un pequeño rellano que se encontraba a la derecha de nuestro carril. En medio de un monte, allí arriba, todo a oscuras, ese sonido insistente de los grillos, la primera impresión no es que fuera muy agradable.

-¿Vas a matarme?- Manu entrelazándome los dedos, me dirigió a través de unos matorrales. Y allí estaba, la imponente ciudad totalmente iluminada. Se veía perfectamente la iluminación a tres colores de la catedral a nuestra derecha, y calculando, intuí donde podría estar el piso de mi tío. Era una imagen maravillosa, no tenía palabras. Aquello era mágico.- Es increíble…- la voz se escapó en un susurro y parecía que me hablaba a mí misma en vez de a Manu.
-¿Te gusta? Eres a la primera que traigo aquí. Me encanta este lugar. Suelo venir por aquí, me tranquiliza un montón esta paz que se respira.
-Me fascina… gracias. - le sonreí y me moví para darle un beso en la mejilla.
-Creí que necesitabas también esta tranquilidad- me abrazó por la cintura dándome la vuelta para que pudiera observar la ciudad mientras él me abrazaba por la espalda y apoyaba su barbilla en mi hombro. Lo oí suspirar y sonreí inconscientemente.
-Sí… es cierto… necesitaba algo de paz en mi vida.
-Es todo tuyo. Te lo regalo - me besó en la mejilla, una, dos, tres veces, tímidamente.
-Para tener a tantas chicas detrás, eres todo un tímido. - me giré y acaricié sus labios con los míos.- Gracias por este sitio, de verdad. - apoyó su frente contra la mía y me apretó más a él.
-Habrá otras chicas detrás, pero yo solo me he fijado en una, y no dejo de pensar en ella en todo el día.- me sorprendió su respuesta, no me esperaba que Manu sintiera eso, era la primera persona que lograba pillarme desprevenida siempre.
-¿Qué?- mi voz salió casi en un gallo. Intenté calmarme.- Es decir...
-Lu, no me creo que no te hayas dado cuenta de que me gustas.- noté el pánico en el cuerpo. No, no, Manu debía estar confundido.
-Quizá no estás del… del todo seguro y… y has confundido… esto…. Yo...
-Eso se lo dices a mi corazón cuando late a mil por hora cada vez que te ve. O díselo a mi almohada cuando no puedo dormir porque te tengo en la mente siempre. O se lo dices a mis mariposas del estómago.- me separé de él aterrada por lo que me estaba diciendo, mi mente funcionaba como loca entrando en modo de alerta. En cambio yo también sentía las cosas que él estaba diciendo y el corazón ahora mismo me latía tan fuerte que se me iba a escapar del pecho.
-Joder, Manu... - andaba de un lado a otro, yendo del bosque a las luces y sin dejar de pensar.- Joder...
-No pasa nada, Lu. Solo quería que lo supieras. Necesitaba decírtelo.
-¿Qué lo supiera? Joder Manu… no te puedo gustar… yo no… eso lo destruye todo, el amor es una droga dañina que confunde las cosas…- en estos momentos pensaba en Alba, ahora la entendía.
-Me da igual que me destruya. Ya estoy medio destruido si no te veo cada día, o no te puedo hablar a diario… - le miré fijamente.
-Eres un cursi.- empecé a reírme.
-Ya. Es lo que pasa cuando uno se enamora. Pero yo no huyo de este sentimiento, en cambio, veo que a otras les da pánico- me acarició los brazos. - Anda, vámonos, parece que está refrescando y te veo algo incómoda.
-Yo… - No quería que me malinterpretase. No quería que pensara que yo no sentía nada. Sin embargo me daba terror que supiera que sentía. El amor daba poder, lo había comprobado más de una vez.- En realidad, no tengo frío.- fue lo único que conseguí decir, me estaba comportando como Alba cuando yo la había empujado hacia Martina. Vi como se acercaba a mí. Yo no era capaz de moverme. Me miraba a los ojos mientras lo veía acercar su rostro al mío. Cerré instintivamemte los ojos, esperando… no sé que esperaba en realidad, así que volví a abrirlos y en ese momento noté como rozaba con mimo su nariz contra la mía. Un gesto muy típico en él, me encantaba. Noté que me había tranquilizado aunque seguía sintiendo el latido del corazón en cada centímetro de mi cuerpo.- Podíamos... quedarnos un rato más…- dije observando cómo reaccionaba a mi proposición
-Como quieras. Pero no tienes porque hacerlo. Quería saber que te parecía todo, y ya lo sé. Podemos irnos sin problemas, y seguiremos como hasta ahora. Tú siendo borde conmigo y yo dándote la lata.
-¿Ya sabes? ¿El qué?- Me dirigí hacia la zona en la que se veían la luces y me senté en el suelo, sobre la hierba. Él me siguió, haciendo lo mismo y sentándose a mi lado. No me miraba, miraba a las luces de la ciudad, quizás más allá de esas luces. Se puso a jugar con la hierba, a arrancarla, solía hacerlo cuando pensaba en algo o estaba nervioso.
-Que te ha gustado el sitio, y me alegro.
-Hoy en clase quería pedirte un favor- dije cambiando de tema mientras miraba hacia las luces.
-Dime.
-Bueno… tú eres un cerebrito con las mates y… pensaba… es decir… me pareció… - No sabía cómo planteárselo.
-Pues claro que te daré clases. Y si fueran necesarias, serán hasta intensivas. Eres tonta, y tú ¿por qué no me lo has pedido antes? ¿Y por qué tartamudeas?-sonreí sin mirarle.
-Nos interrumpió Gloria.- era una compañera de clase que no paraba de perseguir a Manu por los pasillos.- Y yo no tartamudeo.
-Ya - rió - ¡es verdad! Gloria. No está mal esa chica, tendré que guiar mis mariposillas hacia un nuevo destino glorioso.
-Estoy segura de que le encantaría… aunque… no me convence la idea.- No le miraba, intentaba centrarme en las luces de la ciudad. Pero él sí me miró y también pude distinguir de reojo que sonreía. Decidí armarme de valor y seguir los consejos que yo misma le había dicho a Alba, respiré profundamente y hablé- Tú a mí también me gustas, Manu.

Me siguió observando sin decir nada. Este chico era de lo peor, tenía todos los encantos del mundo pero también sabía cómo ponerme histérica cuando a él se le antojaba. Lo sentí acercarse otra vez y me giré a mirarle. Esta vez mantuve los ojos abiertos, siempre me había preguntado por qué  la gente cerraba los ojos al besar, yo quería ver a Manu, no quería cerrar los ojos de ninguna manera. Pero él sí los cerró cuando nuestros labios se rozaron, su lengua acarició mis labios y los ojos se me  cerraron lentamente. La sensación era maravillosa, parecía que estallaba algo dentro del pecho, la sangre circulaba más rápido y mi cabeza se quedó en blanco por primera vez en la vida.  

A la mañana siguiente le esperé en la puerta del colegio, como siempre hacía, pero esta vez deseando verle más de lo normal. Estaba feliz, había pasado unas horas magníficas ahí arriba, hablando de cualquier cosa y besándonos bajo la mirada atenta de la ciudad dormida. Mi tía no me había pillado y todo había ido de maravilla. Así que decididamente el día empezaba bien.
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